Yo soy tuya y tú eres mío

Capítulo 1 El regreso de la exnovia Raegan Hayes estaba un poco distraída. No podía pensar en nada más que en las palabras del médico. "¡Felicitaciones! Está embarazada". De repente, Mitchel Dixon le pellizcó el brazo. "Oye, ¿en qué estás pensando?". Antes de que ella pudiera responder, Mitchel se levantó. Luego, él entró al baño. Raegan permaneció inmóvil en la enorme cama. Sus mechones húmedos se pegaban a sus sienes y mejillas. Estaba mirando al techo con los ojos llenos de lágrimas. Después de un rato, sacó el informe de embarazo del cajón del velador. Había ido al hospital por un incesante dolor de estómago. Tras un análisis de orina, el médico le dio la noticia. ¡Tenía alrededor de cinco semanas de embarazo! Era toda una sorpresa. Mitchel y ella nunca planeaban el embarazo. Tras devanarse los sesos, recordó el día de la concepción. Había sido el mes pasado, después de una fiesta. Mitchel la llevó a casa... Adentro del baño, se escuchaba correr el agua. Mitchel era su esposo y llevaban dos años casados en secreto. Era su jefe en el trabajo, el presidente del Grupo Dixon. Todo había sucedido con suma rapidez. Recién la habían contratado en la empresa cuando accidentalmente se conocieron en una fiesta. Días más tarde, el abuelo de Mitchel enfermó de gravedad. Fue entonces cuando él propuso un matrimonio falso para cumplir el último deseo del anciano. Ambos firmaron un acuerdo prenupcial y acordaron esconder su matrimonio al público. Era probable que su unión terminara en cualquier momento. Era una ocasión poco convencional. Sin embargo, Raegan se consideraba afortunada. Ni en un millón de años pensó que se casaría con el hombre del que estuvo enamorada durante ocho años, así que aceptó con entusiasmo. Mitchel estuvo muy ocupado después de la boda, ya que trabajaba la mayor parte del tiempo. Raegan deseaba estar más con él en casa. Pero se sentía tranquila porque no tenía rumores ni escándalos con otras mujeres. A pesar de su leve indiferencia, Mitchel era el esposo perfecto. Raegan tuvo sentimientos encontrados mientras observaba el resultado de la prueba de embarazo. Finalmente decidió contarle la verdad a Mitchel. También quería decirle que no lo había conocido recientemente, sino que lo había amado desde hacía muchos años. De repente, la ducha del baño dejó de sonar. En cuanto Mitchel salió, sonó su teléfono, así que salió al balcón con una toalla de baño para contestar la llamada. Raegan comprobó la hora y vio que ya era medianoche. No pudo evitar sentirse incómoda. ¿Quién lo llamaba a una hora tan intempestiva? Mitchel estuvo unos minutos en el balcón. Luego, regresó a la habitación. Su cuerpo era un espectáculo digno de contemplar. Tenía voluminosos abdominales en su vientre y sus brazos eran fuertes y musculosos. ¡Era un excelente hombre! Aunque Raegan lo había visto así antes, se sonrojó y su corazón comenzó a acelerarse. Ajeno a sus miradas, Mitchel agarró su camisa y sus pantalones de traje de la cama, se los puso y se anudó la corbata con sus delgados dedos. Su hermoso rostro tenía un contorno claro que lo hacía verse más digno esa noche. Era toda una obra de arte. "No me esperes despierta". ¿Qué? ¿Iba a salir? ¿A estas horas? Raegan agarró con más fuerza la prueba de embarazo mientras le daba una mirada decepcionada. Inconscientemente retiró la mano. "Ya es muy tarde", soltó después de pensar un rato. Los dedos de Mitchel se quedaron congelados sobre su corbata. Con una leve sonrisa, le pellizcó el lóbulo de la oreja. "¿Te da miedo la oscuridad?". Raegan se sonrojó hasta la raíz del cabello. Estaba a punto de responder cuando Mitchel la soltó. "Pórtate bien, ¿sí? Necesito hacer algo. No me esperes despierta". Tras esas palabras, se dirigió hacia la puerta. "Mitchel". Raegan corrió para alcanzarlo. Mitchel se dio vuelta y la miró con seriedad. "¿Qué pasa?". Había un ápice de frialdad en su voz. Una nube negra descendió sobre ellos mientras se miraban fijamente. Un poco angustiada, Raegan dijo en voz baja: "Me gustaría visitar mañana a mi abuela. ¿Puedes acompañarme?". Su frágil y enferma abuela siempre quería verla. Por eso quería llevar a Mitchel y asegurarle que eran muy felices. "Hablemos mañana al respecto". Sin aceptar ni negarse, Mitchel se marchó apresuradamente. Varios pensamientos rondaban la mente de Raegan mientras se duchaba y regresaba a la cama. No podía conciliar el sueño. Tras dar vueltas y vueltas, se levantó de la cama y se preparó un vaso de leche caliente. Algunas noticias en línea llegaron a su teléfono. Pero, como no le interesaban, estaba a punto de eliminarlas cuando una llamó su atención. El conocido nombre la hizo abrir el artículo. La noticia decía: "La famosa diseñadora Lauren Murray fue vista hoy en el aeropuerto con su misterioso novio". Lauren llevaba un sombrero amplio. La figura del hombre se veía vaga, pero el contorno de su cuerpo bastaba para mostrar que era apuesto. Raegan agrandó la imagen y su corazón dio un vuelco. ¡Era Mitchel! ¿Había cancelado la reunión de la tarde para recoger a su exnovia del aeropuerto? Raegan se sintió molesta, como si tuviera una roca en el estómago. Sus manos estaban temblando y marcó inconscientemente el número de Mitchel. El tono de llamada la devolvió a sus sentidos. Estaba a punto de colgar cuando, de repente, se conectó la línea y se escuchó una voz desde el otro lado. "¡Hola!". Era una suave voz de mujer. Raegan se quedó paralizada y tiró el teléfono. Fue entonces cuando sintió náuseas y la bilis subió a su garganta. Cubriéndose la boca, fue corriendo al baño y vomitó en la taza del váter. A la mañana siguiente, Raegan llegó temprano al trabajo. Mitchel le había insistido en que dejara de trabajar después de casarse, pero ella quería ganar su propio dinero. A pesar de que no se opuso, Mitchel le pidió que trabajara como su asistente y lo ayudara con las tareas diarias. Matteo Jenkins, el asistente principal, estaba a cargo de sus asuntos más importantes. Era el único empleado de la empresa que sabía sobre su matrimonio. Desde el principio, la oficina del presidente solo tenía asistentes hombres. Reagan era la primera y única mujer. Su contratación había roto el protocolo, así que otros trabajadores se preguntaban si estaba aquí por la puerta trasera o era alguien especial para Mitchel. Pero luego se dieron cuenta de que él no le daba un trato especial. Curiosamente, eso hizo que la despreciaran más. Después de todo, la empresa es un campo de batalla. Era extraño que Raegan mantuviera tanto tiempo su trabajo siendo tan incompetente. En ese momento, uno de sus colegas le entregó un documento y le pidió que lo llevara a la oficina de Mitchel. El hombre no había regresado a casa anoche. Raegan estaba tan preocupada que no pudo pegar un ojo toda la noche. No podía pensar en nada más que en la mujer que contestó su teléfono cuando ella había llamado. ¿Mitchel estaba con esta en aquel momento? Raegan no podía aceptar ese hecho. Pero intentó mantener la calma momentáneamente. Pasara lo que pasara, merecía un resultado gratificante por todos sus años amando a Mitchel. No podía ser en vano, ¿verdad? Con mucha calma, presionó el botón del ascensor y subió a la oficina del presidente. Antes de salir, se alisó el cabello para asegurarse de tener buen aspecto. Cuando llegó a la oficina, vio que la puerta estaba entreabierta. Adentro se escuchaba la voz de un hombre, así que se detuvo al instante. "¡Vamos! ¿Sientes algo por Raegan o no?". Era Luis Stevens, un amigo de la infancia de Mitchel. "¿Qué quieres decir?", preguntó Mitchel fríamente. "¡Sabes exactamente lo que quiero decir!". Luis chasqueó la lengua con impaciencia. "Raegan me parece una buena chica. ¿No es tu tipo?". "¿Acaso a ti te gusta ella?", preguntó Mitchel descuidadamente. "¿Sabes qué? ¡Olvídalo!". La risa de Luis sonó bastante dura en los oídos de Raegan. Hablaban de ella como si fuera una cosa. Respirando hondo, agarró con más fuerza el documento. Pronto volvió a escucharse la voz de Luis. "Por cierto, esta mañana vi los rumores sobre el misterioso novio de Lauren. Eras tú, ¿verdad?". "Sí". "¡Vaya, vaya! Esa mujer todavía te tiene comiendo de la palma de su mano. Siempre la complaces". Luis suspiró y siguió burlándose de Mitchel. "La ausencia aumenta el cariño. Dime, ¿ustedes dos...?". Su conversación explotó como un trueno sobre la cabeza de Raegan. Su rostro palideció y su cuerpo se volvió tan frío como el hielo. ¡Así que el que al lado de Lauren sí fue Mitchel! Cada palabra se clavó en su corazón como un cuchillo. De repente, varias voces susurrantes llenaron su mente. Estaba mareada. Su visión se puso borrosa. Raegan se sostuvo de la pared y retrocedió un paso. Fue entonces cuando la puerta se abrió desde dentro. "¿Raegan?".
Capítulo 2 Amor unilateral Fue Luis quien abrió la puerta, como si fuera a salir. Raegan juntó las manos y se volvió hacia él con un asentimiento. "¡Hola, señor Stevens!". Sin esperar una respuesta a su saludo, pasó junto a él y entró a la oficina con el documento. Mitchel estaba sentado tras un amplio y lujoso escritorio. Se veía bastante guapo con ese traje y corbata a juego. Raegan notó que no era el mismo atuendo que llevaba cuando salió de casa anoche. ¿Cómo se había cambiado? Con la mirada gacha, se tragó la pregunta y dijo: "Señor Dixon, esto es del Departamento de Marketing. Por favor, fírmelo". Mitchel miró inexpresivo el documento mientras lo firmaba. Raegan salió inmediatamente después. Luis aún seguía parado en el umbral. No fue hasta que ella se perdió de vista que se volvió hacia Mitchel. "¡Oye!", susurró. "¿Crees que nos escuchó?". Los atractivos ojos de Mitchel no mostraron ninguna emoción. Era obvio que no estaba escuchando a su amigo. En su opinión, Raegan siempre había sido dócil y nunca había tenido celos de nadie. Su obediencia era todo lo que él le exigía a cambio de tratarla bien. En el ascensor, Raegan aguantó la respiración para retener sus lágrimas. Pero no le funcionó. Había pensado que dos años serían suficientes para que Mitchel se diera cuenta de lo mucho que ella lo amaba y le correspondiera. Ahora resultaba que no era más que una ilusión. Siempre tendría un papel secundario frente a Lauren, su verdadero amor. Reagan se secó las lágrimas una vez que el ascensor se detuvo. De no ser por su rostro pálido, se veía normal cuando se abrieron las puertas. Luego, fue hacia la sala de descanso para prepararse una taza de té. Varios empleados estaban charlando adentro. "Chicos, ¿se han enterado? Lauren Murray ha regresado del extranjero". "¿Y quién es ella?". "¡Oh, Dios mío! ¿No la conoces? Es la heredera del Grupo Murray y una diseñadora bastante reconocida. Y sobre todo es la única novia que el señor Dixon ha mostrado públicamente. ¡Es su primer amor!". "¿Por qué es tan importante que haya vuelto? ¿No se rumorea que el señor Dixon tiene algo con Raegan?". "¿Raegan? ¡Imposible! El señor Dixon nunca admitió estar saliendo con ella, y es exigente a la hora de elegir pereja. Solo mírala. Ni siquiera es tan hermosa. Sin embargo, se comporta como si ya fuera la señora Dixon. ¡Qué ridícula!". En la puerta, Raegan esbozó una sonrisa burlona mientras los escuchaba. Todos los demás veían la verdad excepto ella. Su amor era unilateral. "¡Ja, ja! ¿La señora Dixon se despertó de su sueño salvaje?". De repente, escuchó una voz detrás de sí. Raegan se volvió para encontrarse con Tessa Lloyd, la prima de Mitchel, quien siempre la había despreciado. Tessa también debía haber oído los chismes de los empleados. Lo último que Raegan quería era discutir con ella en la empresa, así que se dio la vuelta para irse, pero la mujer le bloqueó el camino. Con una taza de café en la mano, Tessa comentó sarcásticamente: "Lauren ha regresado. ¿Crees que Mitchel te seguirá dando atención?". Raegan se quedó callada. Tras unos segundos, Tessa continuó con sus burlas. "Me enteré de que eres buena en fingir. ¿Qué pasará si te desenmascaro delante de todos? Sé que te gusta la compañía de hombres...". Raegan apretó los puños. "Señorita Lloyd, estamos en la empresa", espetó. "Si te interesan esos negocios, ya sabes adónde ir". "Tú...". El rostro de Tessa se transformó. Rápidamente levantó la mano y vació la taza de café sobre Raegan. Esta última no pensó ni por un segundo que Tessa haría una locura como esa, así que alzó los brazos para bloquear el líquido de su cara. El café le quemó el brazo. "¡Ay!", gritó Raegan, frunciendo el ceño debido al dolor. "¿Por qué hiciste eso? ¿Estás loca?". Como era la hora del almuerzo, muchos empleados pudieron ver el escándalo. Tessa se mostró aún más complaciente cuando vio que el número de espectadores aumentaba. "¿Por qué eres tan engreída?", escupió. "¿De verdad crees que todos no saben que eres una pobre sin padres? Y tienes el descaro de...". De repente, se escuchó un grito. Tessa había sido silenciada por una bofetada. Ahora estaba boquiabierta. No había esperado que la callada y tímida Raegan la abofeteara. Tessa se sostuvo la mejilla y se la quedó mirando un rato. "Tú...", tartamudeó. "¿Me pegaste? ¡¿Cómo te atreves?!". "¡Sí, te pegué!", espetó Raegan. "Parece que necesitas aprender a tener cortesía". Sí, había perdido a sus padres cuando era niña, pero no permitiría que alguien la pisoteara por eso. Tessa crispó el rostro mientras fruncía el ceño rabiosamente. Como prima de Mitchel, estaba acostumbrada a que la elogiaran y respetaran. Esto nunca había sucedido antes. "¡Raegan!". Tessa arremetió contra Raegan como un toro furioso y alzó la mano para devolverle la bofetada. Pero Raegan estaba preparada para lo que se avecinaba, así que agarró la muñeca de Tessa con tanta fuerza que esta no pudo moverse. Como era más baja, luchó como un pulpo, cuyos tentáculos se habían atascado en una trampa, "¿Cómo te atreves a ponerme tus sucias manos encima?", maldijo. "¿Quién te crees que eres? ¡Solo eres la sirvienta de Mitchel!". Sus duras palabras atrajeron a más personas a la sala de descanso. "¡Suficiente!". De la nada, se escuchó una fuerte voz desde atrás. Mitchel había salido de su oficina, solo para encontrarse con ese alboroto. Toda la sala se sumió en un profundo silencio. "¿Mitchell?". Tessa se quedó helada cuando vio a su primo, ya que siempre le había tenido miedo. Su madre también le advertía que no lo provocara. No obstante, cuando recordó a Raegan abofeteándola, puso una expresión lastimera y comenzó a sollozar. "Mitchel, mira mi rostro. ¡Me abofeteó!". La luz del sol caía sobre el hermoso rostro de Mitchel. Raegan se sintió muy afligida y bajó la cabeza para mirar la parte posterior de su brazo, quemada por el café. Las miradas de ambos se encontraron. Con el ceño fruncido, Mitchel dijo: "Raegan, ¿olvidaste las reglas de la empresa?". Raegan contuvo la respiración ante su crueldad. No podía creer lo que estaba escuchando. Nadie se atrevió a hacer ningún sonido. Raegan se quedó parada con su esbelta figura. Cuando la contrataron, Mitchel le advirtió que el Grupo Dixon no era un lugar para que perdiera el tiempo y que no toleraría ningún error suyo. Raegan entendía por qué adoptaba esa postura. No obstante, estaba desesperada por saber si había oído esas duras palabras de Tessa o si solo estaba fingiendo porque estaba de acuerdo. ¿En serio solo la veía como una sirvienta? Aterrada de recibir la ira de Mitchel, la multitud no tardó en dispersarse. Algunos empleados se atrevieron a mirar desde la distancia, pues no quería perderse de un buen espectáculo. Raegan se estremeció de pies a cabeza cuando vio los ojos fríos de Mitchel. Mirando a Tessa, se pellizcó la palma de la mano para reprimir sus emociones. "Lo siento, señorita Lloyd. Como empleada del Grupo Dixon, fue mi error golpearla". Tessa alzó la barbilla con complacencia. "¡Ja! No crees que quedarás libre de culpa con una simple disculpa. No lo creo...". "La bofetada no tiene nada que ver con la empresa, así que me niego a disculparme contigo. Ahora me retiro", agregó Raegan. Luego, pasó junto a Mitchel sin mirarlo de nuevo. "Tú... ¡Alto!". Tessa estaba echando humo. Jamás en toda su vida había sido tan humillada. Siempre era la acosadora, no la víctima. La humillación era tanta que ni siquiera se tranquilizaría haciendo pedazos a Raegan. "Mitchel, ¿escuchaste lo que acaba de decir esa mujer?", gritó señalándola. "A pesar de que me abofeteó, sigue siendo muy arrogante. Dile que regrese. ¡La abofetearé hasta que llore pidiendo piedad!". Mitchel observó la delgada espalda de Raegan con una expresión ambigua. "¡Basta!", espetó alzando la mano. Tessa no creía que su primo tuviera debilidad por Raegan. Supuso que ella no le importaba en absoluto. "La próxima vez, conseguiré a alguien que le dé una lección a esa tipa", siseó con los dientes apretados. "¡Tessa!". Mitchel la reprendió con un tono helado mientras entrecerraba los ojos. Tessa empezó a temblar. "Solo te lo diré una vez", agregó él sombríamente. "Olvídate de lo que pasó hoy. Deja tranquila a Raegan". Tessa sintió su boca secarse. Todas las malvadas ideas que tenía contra Raegan desaparecieron en un instante. "Está bien...", tartamudeó. "Entiendo...". Mitchel le lanzó una mirada fría y se volvió hacia Matteo. "A partir de hoy, las personas irrelevantes no tendrán permitida la entrada". Tessa empezó a halagar su decisión. "¡Muy bien! Esta es una empresa muy importante. No todo el mundo puede entrar aquí". Matteo dio un asentimiento a su jefe, se acercó a Tessa y le mostró la salida. "Señorita Lloyd, por aquí, por favor". Solo entonces Tessa se dio cuenta de que ella era la persona irrelevante. Si bien intentó hablar con su primo, Matteo le bloqueó el paso y los guardias de seguridad la echaron. No tuvieron ni un poco de piedad. Era inútil luchar. Mientras tanto, Raegan se cambió de ropa cuando regresó a su oficina. Tenía el corazón lleno de tristeza mientras recordaba la mirada de Mitchel hacía unos minutos. Pronto llegó la hora de salida. Raegan tomó su bolso y se dirigió hacia la puerta, pero Matteo la detuvo. "El señor Dixon tiene que resolver algo urgente, así que me pidió que la llevara a casa". Raegan lo rechazó sin pensarlo dos veces. Antes estaba ciega, pero ahora veía toda la situación. No era nadie a los ojos de Mitchel. ¿Cómo podía acompañarla a visitar a su abuela si ni siquiera se preocupaba por ella? Al llegar al hospital, Raegan encontró a la enfermera a punto de darle la cena a su abuela. Raegan asumió su puesto e hizo el trabajo. Su abuela siempre había vivido en el campo, disfrutando de una vida tranquila. Pero todo cambió el mes pasado, cuando su chequeo médico mostró que sus páncreas estaban mal. Raegan insistió en traerla a la ciudad para que recibiera un mejor tratamiento. Su abuela no sabía sobre su matrimonio con Mitchel. Raegan había planeado sorprenderla, pero ya no era necesario. Una vez que su abuela se quedó dormida, salió del hospital y esperó un taxi. A lo lejos, un lujoso auto negro se detuvo en la entrada. Los ojos de Raegan se iluminaron. Era el vehículo de Mitchel. ¿Había venido para recogerla? En ese momento, olvidó todo el dolor que había sufrido. ¿Lo había malinterpretado? ¿De verdad se preocupaba por ella, contrariamente a los rumores? La puerta del conductor se abrió y Mitchel salió del auto. Raegan caminó hacia él con el corazón rebosante de alegría. Pero se detuvo en seco. Mitchel acababa de caminar hacia el otro lado para sacar a una mujer del vehículo. Su hermoso rostro era una máscara de angustia y compasión. La sonrisa de Raegan desapareció y su corazón se hundió.
Capítulo 3 Hay que divorciarnos La figura alta de Mitchel se acercaba cada vez más a Raegan; sin pronunciar una palabra, pasó junto a ella. Era difícil saber si realmente la vio o si decidió ignorarla a propósito. Raegan, por su parte, notó que la mujer que lo iba tomando del brazo era la misma que ayer fue fotografiada con él; su nombre era Lauren. Raegan sintió como si sus zapatos estuvieran hechos de plomo mientras se alejaba, perdiendo por completo la noción de las cosas que sucedían a su alrededor; distraída, paró un taxi y lo abordó. De repente, el chófer dijo: "Señorita, ¿a dónde la llevo?". Raegan quedó atónita por un momento. Volver a su casa en Villas Serenity era el último que quería hacer en ese momento, después de todo, era solo cuestión de tiempo antes de que ese lugar dejara de ser su hogar. Después de un rato, finalmente respondió: "Por favor, lléveme a Crystal Bay". Ella compró un apartamento en dicha zona después de casarse con Mitchel. En su momento, tenía esperanzas de traer a su abuela a la ciudad, por lo que compró ese apartamento con ayuda de una hipoteca; no era tan grande, pero tenía espacio más que suficiente para dos personas. Su esposo nunca entendió por qué quería comprar un apartamento; incluso se ofreció a regalarle uno más grande, pero ella se negó. Al recapitular todo lo que hizo en el pasado, se dio cuenta de que comprar ese apartamento fue la única decisión acertada que tomó a lo largo de los últimos dos años. Cuando llegó al complejo de apartamentos, Raegan se sentó sola en el patio, esto en un intento por despejar su mente. Los recuerdos de los últimos dos años eran agridulces; el tiempo pareció transcurrir en un abrir y cerrar de ojos a pesar de que fueron más de setecientos días y noches. Bien decían que el amor podía mover montañas, pero en el caso de Raegan, su amor no fue capaz de mover en lo más mínimo aquella piedra llamada Mitchel. Finalmente se dio cuenta de lo tonta que fue, convirtiéndose en el hazmerreír de todos. Ya era tarde en la noche cuando la chica finalmente decidió entrar a su apartamento. En cuanto salió del ascensor, vio a su esposo parado frente a la puerta. Sus mangas estaban arremangadas casualmente y los botones superiores de su camisa desabrochados, lo que dejaba al descubierto su largo cuello y parte de su clavícula; apoyado en la pared junto a la puerta, su hermoso rostro lucía serio. Raegan se quedó paralizado por un momento. ¿Por qué él estaba ahí? ¿No se suponía que estaba en el hospital con Lauren? ¿Qué lo trajo aquí? Sus ojos se encontraron casi de inmediato. Con el abrigo doblado sobre su brazo y una de las manos en el bolsillo, el hombre entrecerró los ojos en cuanto se percató de su presencia. "¿Por qué no contestaste el teléfono?", preguntó él con un poco de molestia en su tono. Raegan sacó su celular y vio que accidentalmente lo había puesto en modo silencioso; descubrió que tenía cinco llamadas perdidas de su esposo. ¿Mitchel le hizo tantas llamadas porque no pudo encontrarla? ¡Era un suceso sorprendente! Antes de hoy, esto la habría hecho sentir fascinada. Pero ahora, la chica simplemente puso de vuelta su celular en su bolso, se cruzó de brazos y dijo con voz ronca: "No lo escuché sonar". Mitchel levantó la mano para revisar la hora en su reloj antes de pronunciar con impaciencia: "Te estuve buscando durante dos horas seguidas". Después de arreglar todo para Lauren, regresó a casa solo para encontrarla vacía. Buscó a su esposa por todas partes, pero al no hallarla por ningún lado, le pidió a Matteo que revisara las imágenes de las cámaras de vigilancia de todos los caminos que salían de la empresa. Más tarde descubrió que la chica había ido a Crystal Bay sin notificarle con antelación. "La próxima vez avísame cuando tengas planeado venir aquí, ¿de acuerdo? Anda, volvamos a casa", dicho esto, el hombre caminó hacia el ascensor sin dedicarle otra mirada, mostrando abiertamente su intención de volver a las Villas Serenity. Pese a sus palabras, Raegan no se movió ni un centímetro; ella se limitó a mirar su ancha espalda mientras reflexionaba con cierto disgusto. Quería que le avisara cuando tuviera planeado volver aquí... Pero, ¿acaso habría un futuro para ambos? Mitchell se dio vuelta solo para ver que su esposa no había avanzado ni un solo paso. Frunciendo el ceño, él le preguntó: "¿No puedes caminar? ¿Quieres que te cargue?". La luz del pasillo iluminaba su rostro, haciendo que su perfil lateral luciera casi perfecto. La chica respiró hondo antes de declarar: "Hay que divorciarnos". "¿De qué hablas?", la voz de Mitchel sonó fría y su hermoso rostro cambió de inmediato. "Quiero vivir en mi propia casa, después de todo, pronto nos convertiremos en completos extraños". La chica forzó una sonrisa, pero su corazón se estrujó dolorosamente, como si alguien lo estuviera destrozando poco a poco. "¿Seremos completos extraños?", Mitchel sonrió con frialdad antes de lanzar una pregunta directa: "¿Qué clase de relación crees que sostenemos actualmente?". Su interrogatorio dejó a Raegan atónita por un momento. Este hombre se lo había dejado muy en claro desde el principio; su matrimonio era una mera fachada que se produjo de mutuo acuerdo y donde no existía el amor. En opinión de los demás, no eran más que jefe y subordinada. Mitchel era uno de los hombres más atractivos y codiciados en Ardlens; muchas jóvenes ansiaban su amor e incluso estaban dispuestas a emprender toda clase de acciones con tal de obtener su atención. La pregunta que le hizo momentos atrás le recordó a la chica todos estos hechos. ¿Acaso Mitchel tenía miedo de que ella no lo dejara ir tan fácilmente? Si ese fuera el caso, no podría estar más equivocado... Después de morderse el labio inferior para ocultar su amargura, Raegan dijo: "Lo siento, señor Dixon. Creo que pensé demasiado las cosas, pero sí necesito que de ahora en adelante me dejes en paz. No tienes que volver a venir aquí". Después de decir eso, ella no pudo evitar romper en llanto. ¿Cómo no iba a estar triste después de cortar todo vínculo con el hombre que había amado durante una década? Se trataba de un periodo bastante considerable, pero independientemente de lo difícil que fuera, sabía que era hora de superarlo; tenía que dejar de soñar. Curiosamente, en ese momento la luz del pasillo empezó a parpadear. La mirada hostil que Mitchel le estaba dedicando a la chica hizo que la chica se estremeciera. Aunque él entendía que las mujeres a veces se comportaban de manera extraña, sentía que Raegan acababa de cruzar la línea. Los ojos del hombre brillaban como antorchas ardientes en ese momento, pero cuando vio las lágrimas que derramaba su esposa, la rabia dentro de él se extinguió al instante. Entonces, dijo en voz baja: "Si esto es por lo que pasó entre Tessa y tú, yo...". "No, no se trata de ella. Señor Dixon, por favor, vete lo antes posible". En realidad habían sucedido muchas cosas entre ambos, y el incidente con Tessa era el más insignificante de todos. Sintiéndose exhausta, Raegan pasó junto a su esposo y se preparó para abrir la puerta. Mitchel no estaba nada satisfecho con esta exhibición de terquedad; tras desatarse la corbata con irritación, él dio un paso adelante y la agarró por la muñeca. "Detente, ¿quieres?". Un segundo después, le pasó el brazo por el hombro y la abrazó; en ese instante se dio cuenta de que la chica estaba ardiendo, como si alguien acabara de prenderle fuego. "¿Tienes fiebre?". Raegan se sintió mareada, por lo que apoyó débilmente la cabeza sobre el hombro de su esposo. Esto complicó aún más la situación; Mitchel bajó la cabeza para mirarla. Reagan tardó en percatarse de lo que estaba sucediendo; cuando finalmente se dio cuenta de que su cuerpo estaba demasiado cerca del de él, trató de alejarse. Para su mala suerte, antes de que pudiera escapar, el hombre tiró de ella hacia atrás y la sujetó por la cintura. Con una expresión gélida, dijo en voz baja: "¿A dónde crees que vas?". La luz volvió a parpadear. De la nada, Mitchel la levantó y luego se dirigió al ascensor. Aturdida, Raegan preguntó suavemente: "¿Qué estás haciendo?". "¿Qué te parece que estoy haciendo?", comentó él. "Obviamente te voy a llevar al hospital". "¡Por supuesto que no!", la chica gritó a causa de la sorpresa y pareció recuperar más fuerzas. Existía la posibilidad de que se complicara su embarazo en caso de recibir un tratamiento inadecuado; aunque el bebé no llegó en un momento adecuado, seguía siendo su pequeño y era su deber protegerlo. Raegan siguió luchando por liberarse de los brazos que la mantenían cautiva. Sin embargo, su fuerte agarre hizo que sus esfuerzos fueran en vano. "No seas tan terca. Estás enferma, así que debes ver al médico", le aclaró Mitchel con firmeza mientras caminaba hasta el ascensor con ella en brazos. De repente, ella le dio una patada en señal de protesta. "¡Bájame! ¡No quiero ir al hospital!". &8&
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